junio 01, 2007
Si una persona vive en sociedad y además es parte de un conjunto específico de relaciones de producción, entonces, esa persona no puede ser apolítica. A pesar de ello, y cumpliendo con los dos antecedentes que aquí nombro, conozco a más de uno que dice ser político, y se lo cree.
Ser “apolítico”, según el diccionario, significa estar “ajeno a la política”, pero esta afirmación, a mi juicio, es falsa.
La democracia representativa, aquella donde el ciudadano da un voto a un otro que “represente” sus intereses, busca reducir al menor número la cantidad de esos representantes. Éstos, mediante normas que proponen, discuten y aprueban, imponen, luego, a la sociedad TODA el contenido de aquellas normas. Nadie puede rechazarlas. En el momento en que una persona forma parte de un grupo social donde esas normas rigen, ya se forma parte de una sociedad regida por la política. En la sociedad actual sucede esto, quien forma parte de ella ya es un ser político y todo lo que se haga dentro de aquella sociedad es un acto político, tal vez por eso hay quienes afirman que “todo preso es un preso político”.
Por otra parte, y valiéndome de la definición que dice que el modo de producción que adopta una sociedad marca su pauta básica en los aspectos social, jurídico y político, podemos decir que nuestro actual modo de producción, el capitalista, rige incluso en la política. Por lo tanto, si se es parte de alguna de las infinitas secciones de un proceso de producción (cosa que todo trabajador realiza cada día) no sólo está siendo parte de una forma de entender y organizar la sociedad, sino más aún, está formando parte del núcleo que condiciona la política de toda la sociedad.
Que alguien diga ser apolítico, y que pueda vivir tranquilamente con esa opinión, es debido a que la política imperante motiva y favorece tales conductas. Ser apolítico es ser una persona desinteresada de asuntos políticos que le incumben y de los que esa misma persona participa: lo hace pero no lo sabe. El apolítico cree que la política es cosa de los políticos y sus partidos, y tampoco comprende que él mismo y su condición de “ajeno a la política” es el resultado del proyecto de esos mismos políticos y sus partidos. ¿Qué mejor que contar con ciudadanos-esclavos pasivos que dejen hacer lo que a unos pocos les interesa monopolizar?
El apolítico se espanta cuando cree que la vida se politiza. Debido a que él cree que el mundo nació con él y ni siquiera imagina que hayan existido o existan otros modos de producción, el apolítico cree que la sociedad capitalista actual se encuentra en un estado de naturaleza, que ha sido y debiera seguir siendo así. Por eso se espanta cuando ve que su sociedad se politiza, cuando en realidad sólo ha mostrado atisbos de “izquierdizarse”. Por ejemplo, para el apolítico el estado “normal” en que debiese encontrarse los medios de transporte público es en manos de privados, pero si se propusiese estatizarlos, recién ahí el apolítico creería que el problema se ha politizado, y no cuando se plantea, por ejemplo, la propiedad privada de un elemento capital de una sociedad como es su transporte público.
El apolítico, por lo menos aquel que ronda mi rango etario, es un trabajador que busca estatus y reconocimiento social a través de la fuente de sus males y donde peor es tratado: su trabajo. Se desloma trabajando horas y horas extras para “producir plusvalor a cambio de lo que haga falta”, pero el apolítico cree sentirse libre durante sus cada vez más escasas horas libres: el bar, la droga, el hobby y el deporte le hacen creer que su vida se encuentra bajo su propio control, sin darse cuenta que en esas horas no realiza otra cosa que justificar y reproducir nuevamente la política y la economía que le han impuesto y de la que tanto cree sentirse ajeno.
El apolítico, el convencido de vivir fuera de la política, es un manipulado por la política, aquella que hoy impera, aquella que favorece la no participación, la pasividad, la separación y demás formas de hacer sentir la política como algo ajeno al interés del ciudadano medio.


“… y aunque cambien las caras se conserva el escenario
el que vive del engaño y el que paga su vida a plazos
quien engulle el pastel y quien ni lo cata aunque lo ha amasado
un mercado de promesas, un político redentor
discursos estudiados, consignas calculadas
hábil maniobra de distracción,
perfecta tecnología de la separación
que lleva a pensar más allá de la indignación
que lo político es cosa de los políticos
que con tu vida eso no tiene relación
y es que no puede ir mejor, hipnotizado el ganado
entre telebasura y supermercado
mientras comparten mantel y acuerdan estragos
entre disputas para la galería y abrazos en privado
sacando sus cuentas cada cuatro años
hipotecando el presente a un futuro lejano…”
-Hechos Contra el Decoro-
 
posted by daniel at viernes, junio 01, 2007 |


2 Comments:


At junio 08, 2007, Blogger Dr. Mallako

De esto ya hemos conversado compadre, claro está, que usted lo expone de manera magistral...cosa que yo no podría hacer aunque fuera no-tostaito.

Salu2
Dr. Krap Wisdom

 

At junio 25, 2009, Blogger Eleutheria Lekona

No podría estar más de acuerdo contigo. Excelente post.