mayo 18, 2006
"Nos os maravilléis de que no se sepan las cosas de los tiempos pasados, ni las que se hacen en las provincias o lugares lejanos: porque, considerándolo bien, no se tiene verdaderamente noticia de las cosas presentes, ni de las que a diario se hacen en una misma ciudad; y a menudo hay entre el palacio y la plaza una niebla tan espesa o un muro tan grueso que, al no penetrarlo el ojo de los hombres, tanto sabe el pueblo de lo que hace quien gobierna o de la razón por qué lo hace como sabe de las cosas que hacen en la India. Y por consiguiente el mundo se llena fácilmente de opiniones erróneas y vanas".
Francisco Guicciardini (1483-1540)
Que la prensa manipula la información que divulga, la tergiversa y malversa, es chiste viejo. Si uno no cae en cuenta de aquello pasado cierta edad y se sigue tragando sin filtros todo lo que los periódicos, radios y noticieros dicen, creo que se debe poner seriamente en duda la sanidad mental. A estas alturas, los editores ni siquiera se molestan en quemar energías para buscar el modo de que todo esto sea menos evidente o, por lo menos, sutil. Uno se entera o se encuentra así, a boca‘e jarro, con los entronques económicos, con las bajadas de moño (y de pantalones) ante los anunciantes, con la llamadita telefónica del anciano con poder e influencias que hace que la última gota del proceso de edición de una noticia nos llegue completamente deformada. Eso es una cosa. Pero que la información en vivo, que “la noticia en curso” sea un chiste, es otra.
Tres ejemplos. Los niños militares muertos en Antuco, el hallazgo de las partes del cuerpo de Hans Pozo y el accidente de tránsito de ayer.
Hace exactamente 365 días que, bajo la insensata orden de instructores militares de alta jerarquía, murieron congelados 45 niños y jóvenes que realizaban el servicio militar obligatorio. La noticia comenzó a correr por televisión, periódicos y radios. Y si cualquiera hubiese deseado enterarse de lo que sucedía a medida que el hecho ocurría, lo que recibió fue un bombardeo de incongruencias, por lo menos, durante un fin de semana de transmisión especial contínua. Para uno, que sólo desea informarse, esto no es nada, pero, según lo registrado por la misma prensa, para los familiares de los niños que se encontraban “extraviados” (y no “desaparecidos” como la oficialidad se molestó en aclarar oportunamente) había también similar tipo de información. Los periodistas en terreno no colaboraban mucho, y sinceramente no creo que por prudencia. “Que los muertos no son tantos”, “Que los muertos son más”. En una conversación que hoy he tenido con amigos acerca de este tema, me han comentado que recuerdan la entrevista a uno de los chicos sobrevivientes cuando había llegado recién de vuelta desde la montaña. La primera fuente, este chico, dijo las cosas tal y como nos vinimos a enterar meses después. Lo extraño es que la entrevista a este chico jamás fue re-emitida, ni siquiera en las horas o días que le siguieron a la tragedia. Periodistas en terreno, con la nieve a las rodillas, sólo favorecían con una que otra entrevista a un familiar que rompe en llanto, con el reportaje a un héroe anónimo que decide emprender la búsqueda por las suyas, o con imágenes de un gimnasio rebosado de las peores experiencias humanas.
Hace pocas semanas, cuando aparecen las primeras informaciones acerca de un perro que se pasea con un pie humano en el hocico, se habla de ajuste de cuentas entre traficantes, de una persona muerta por delincuentes y de otras posibilidades que, bien por ellos, uno ya no logra retener. Cuando comienzan a escasear algunas de las partes para formar el cuerpo completo de lo que era una persona descuartizada (de eso los periodistas ya estaban seguros ¡aleluya!), se oye en noticieros y demás programas de televisión que el caso se trata de un psicópata que sabe bien de estos procedimientos, que está jugando con las policías ofreciendo partes del cuerpo en la medida que la noticia adquiere revuelo y que su ego crece en la medida que el país pone la atención en él. El Mercurio de Valparaíso ofreció, en páginas privilegiadas y reservadas a los grandes anunciantes, una entrevista a un catedrático experto (¡otra vez los “expertos”!) que, digámoslo, no le acertó con ninguna de sus afirmaciones. Un medio se aventura a ofrecer un retrato del finado: tez morena, pelo oscuro y algo de vello facial. Muy lentamente nos vamos enterando que el finado no había sido asaltado ni era traficante. Se conoce su identidad y aparecen fotografías de él: piel y cabello claro, e imberbe. Entremedio un sospechoso se suicida misteriosamente al momento de su detención. ¿Qué ofrece la prensa? Entrevistas a los vecinos del suicida, reportajes al alma que pena en casa del descuartizado, y un largísimo “etcétera”. Nuevamente si alguien deseaba enterarse del caso del descuartizado, la prensa no era la mejor vía.
No se cumplen aún 48 horas de acaecido un accidente de tránsito en que han muerto, hasta ahora, 26 personas. Por información de la prensa, sólo había una cosa clara: un bus interurbano había caído a 7 metros de desnivel, desde un puente al lecho del río Tinguiririca. Lo primero de lo que me he enterado es de eso, aunque la cantidad de muertos variaba según el noticiero o periódico. De ahí en adelante, sólo información “no oficial” o “trascendidos”: “que el chofer estaba borracho”, “que el chofer había pedido cambio de turno”, “que fue un reventón de neumáticos”, “que se cruzó un animal”, “que el chofer era un irresponsable”, “que el chofer sufrió un paro cardíaco”. Con la poca, contradictoria y cautelosa información que se nos ha ofrecido, pareciese dilucidarse que, en definitiva, el chofer, víctima del cansancio de larguísimas jornadas laborales en precarias condiciones, simplemente se ha dormido mientras conducía el bus con su capacidad de pasajeros completa. Eso es lo que puede deducirse y, por lo tanto, no se trata de una versión exacta. Pero de lo que sí tenemos total certeza es que en Chimbarongo hay sólo dos paramédicos que se han transformado en héroes, que su capacidad hospitalaria es escasa y no está preparada para grandes catástrofes, y que los bomberos del lugar tienen su carro de rescate sin siquiera su motor. Y para colmo, hoy aparece un nuevo muerto que no estaba identificado ni contabilizado entre los pasajeros del bus. Sucede que ahora sobra un muerto. Pero bueno, eso es otro chiste viejo en este país.
Lo extraño es que, finalmente, los rumores de los que uno se entera en la micro, en la calle o en la mesa, terminan siendo las versiones oficiales, “la verdad” si se quiere, de lo que la prensa en su momento no supo cubrir correctamente. Esas versiones son las que se ofrecen años después en boletines de investigaciones periodísticas especiales que acompañan los periódicos en lo que seguirán abundando las incongruencias del momento.
 
posted by daniel at jueves, mayo 18, 2006 | 2 comments