Si las viejas no están mal, Pinochet efectivamente habría mostrado una recuperación, pero esta vez se trataba de algo especial: la mejora de la muerte. De niño que escuché hablar de esto. Cuando alguna persona cercana enfermaba y arriesgaba su vida por ello, todos temían a que mostrara repentinamente alguna mejora inexplicable, de seguro, luego de ella venía su muerte. Y así parece que ha sucedido con el anciano. Ya parecía que nos íbamos a llevar la vida enterándonos de mañas y cahuines sobre la familia Pinochet, y que él mismo moriría después de todos nosotros. Así, nos acostumbramos a vivir con este karma. Ni el odio de todo un pueblo, ni los atentados armados pudieron lo que hoy una descompensación general logró. Hoy por fin la noticia nos ha llegado, y sorprendidos la hemos recibido, como si nos hubiesen lanzado un balde de agua fría (en pleno verano, eso sí): de primeras sorprende, pero luego alegra, y eso es justamente lo que me ha sucedido.
Hoy, junto a mi madre y mi novia, segundos antes de sentarnos a compartir la mesa, he encendido la televisión. En esos microsegundos donde se oye la locución, antes que aparezca la imagen en la pantalla, una periodista alcanza a decir que Pinochet mostraba una franca recuperación. Paradójicamente, cuando las imágenes comienzan a tomar forma, en el inferior de la pantalla se sentenciaba “Pinochet ha fallecido”. Yo repito la frase en voz alta y con eso casi mato también (de gusto, claro) a mis dos acompañantes. Nadie lo creía. Nadie pensó que alguna vez vería esto. Impávidos, luego de ver algunos minutos de transmisión, le comentaba a mi madre un recuerdo que tengo muy marcado: en los ochenta, cada vez que un noticiero daba un “extra” lo anunciaba con un desagradable sonido, similar al de un despertador. Ella, cuando lo oía, se incorporaba y siempre decía “mataron a Pinochet”, pero nunca sucedía así. Hoy no lo podía creer.
Respecto a mí, sólo puedo hablar de alegría, de esa que es provocada por sucesos como éstos y que ya me hacía falta. Hace tiempo que nada me calienta. Recuerdo que lo último que pudo alegrarme de esta manera fue el triunfo del NO en 1988, de ahí en adelante nada. Por eso es que, por ahora, no quiero pensar en particularidades o coincidencias (de seguro alguien hará una ecuación con las fechas y horas de lo sucedido y todo resultará en la cifra 666), no quiero pensar en el cumpleaños de Lucía Hiriart ni en el día internacional por los derechos humanos que hoy se conmemora. Tampoco quiero pensar mucho en todo esto porque, de seguro, encontraré una razón para decir “yo no voy con esta celebración” y me quedaré en casa -sin querer- solidarizando con la causa pinochetista. De este modo le extraería todo el gustillo a esto que estoy viviendo, y hoy sólo quiero ser parte del rebaño gozoso.
Hoy Pinochet me ha dado una alegría, de esas que hacen que uno se desinhiba, grite, cante y salte. “Pinochet ha muerto y me cago en su cadáver”. Es lo que desde niño esperaba poder decir en voz alta y hoy lo he dicho en la calle y lo digo nuevamente aquí. Por hoy, no me importa si Pinochet no pasó un día encarcelado, si murió tranquilo, impune y sin arrepentimiento. Hoy gozo con la muerte de Pinochet, así de simple, con la muerte de ese monstruo que me atemorizaba desde la niñez.
Hoy gozo con la muerte de Pinochet y no lo digo desde la razón, sino desde las vísceras.
foto por José Pedro A.


Unas mar de alegria baña mi rostro, debido a la muerte de un hijo de puta: Pinoshit. Sin embargo, me llama la atencion el hecho de que quienes celebren, crean (inconcientemente) que el asesino fue a un lugar peor que este mundo. Me hubiera gustado ver a ese hijo de perra morir en la carcel, donde si tendría que ir a parar...Espero que quienes torturaron y detuvieron a mi amigo Daniel sí vayan a la carcel.
At diciembre 28, 2006, Goldfinger
Hola,
Enlazando di con tu espacio, maravilloso.
Ni la carcel, ni la tortura, ni ninguna forma de castigo habría hecho justicia con tipos como Pinochet. Hubiera aliviado en modo alguno el rencor, el odio, en definitiva, la impotencia... pero el daño ya se causó.
En nuestras manos y conciencia queda evitar que vuelva a suceder.
Felices Fiestas
At enero 04, 2007, La Dama del Abismo
A mi, en cambio, su muerte me puso tristísima.
¿No hubiese sido mejor que le abran el pecho, que restrieguen su corazón en lodo y mierda, que lo escúpan y pellizquen, que lo vuelvan a ubicar en su pecho pero con las válvulas puestas al revés? Y este ejercicio una y otra, y otra, y otra vez.
Y mientras pasaba esto, la gente afuera del hospital loando a los doctores y a la justicia chilena e internacional porque está haciendo su trabajo satisfactoriamente.
Y ni aun así el dolor de los dolores de tus compartiotas tendrá consuelo.
(Mmmm, tal vez esto no pasó porque ese individuo carecía de corazón)