abril 25, 2006
Corría la segunda mitad de la década de los ochenta y podía sentirse en el ambiente que ya estaba muy próxima la salida de Pinochet. Todos estaban en ésa, algunos volvían a chile tras el exilio y otros más pillos ya planeaban la repartija del poder. En esos años se pensaba y hablaba básicamente de política, aunque más que ella, el tema era Pinochet. Todo giraba en torno al gran dictador y a su ojo que todo abarcaba. Todo eso podía sentirse aunque fueras un chico de diez años. En ese clima crecí, y lo hice básicamente junto a un par de amigos con los que compartí todo aquello que un niño cualquiera hace a esa edad: jugar, leer cuentos, hacer alguna diablura, escuchar música, etc. Ya sea por influencia familiar o por razones propias que ya comenzábamos a fraguar, nuestras actividades tal vez variarían un poco al del resto de los chicos de nuestra edad porque, si jugábamos lo hacíamos imitando un guanaco y un manifestante (uno se subía a la bici con un envase de aceite emulsionado lleno de agua y el otro tenía derecho a apedrearlo o patearlo), si leíamos algo era la Mafalda o el Supercifuentes, si hacíamos alguna travesura era rayar con aerosol los muros del trayecto entre casa y colegio con un “no + pin8” (sentencia poco decidora pero muy utilizada para denotar el desprecio a Pinochet), y si escuchábamos música era para escuchar esencialmente a DeKiruza. Acerca de esta banda podría hablar por horas, y no porque sepa mucho de su historia ni de sus integrantes, sino por como marcó mi infancia.

Mi primera copia de esa cinta la obtuve duplicando el kct de la hermana de un compañero de curso. Ese kct, el original, era de precaria presentación, con una carátula de papel verdoso muy delgado y, si no estoy mal, de kct blanco con leyendas impresas en un papel adherido al kct. Nunca pude comprarme el original, y creo que no por falta de dinero, sino por falta de stock en las disquerías. Esa copia la escuché hasta dañar la grabación. En efecto, la primera vez que escuché música con fonos (en un personal stereo que pesaba cerca de medio kilo), escuché esa copia del kct de DeKiruza. ¡Qué sensación! ¿Alguien recuerda lo que sintió la primera vez que se puso unos fonos y escuchó sólo música? Ni un ruido exterior, ni una voz, ni un motor, sólo música, esa sensación es inolvidable.
Nunca vi las caras de los integrantes de DeKiruza sino hasta 1988 en la emisión de la propaganda del NO. Por fracción de segundos incluyeron en ella parte del video de uno de los temas, no sé si de “DeKiruza” o “Algo está pasando”, tampoco sé si efectivamente se trataba de parte del clip de alguna de esas canciones o fueron imágenes realizadas exclusivamente para la campaña. ¿Quién no recuerda esos chicos lanzándose piqueros con zapatillas puestas al Mapocho? ¿Qué diría la prensa hoy de ellos? La segunda ocasión en que pude verles, ahora tocando, fue cuando les invitaron a un programa de televisión animado por Santis o por Vodanovic, tal vez esa mierda de Siempre Lunes. Los anunciaron con días de anticipación y si en casa hubiésemos tenido vhs lo hubiese grabado, pero tuve que contentarme sólo con esperar el día y verles en directo... y grabarlo en la memoria. Extrañamente fueron el plato fuerte del programa y, por ende, dejados para el final de la programación. Al día siguiente había clases, pero mis viejos no podrían mandarme a dormir temprano si por fin iba a poder ver tocar a DeKiruza por más de medio minuto. Describir esa presentación es otra historia y en esta ocasión me la reservaré.
Mi historia con DeKiruza no podía verse finalizada sin verles tocar en vivo, y la oportunidad vino cuando la banda anunció su presentación en la comuna donde yo residía. No sé qué habré sentido cuando vi ese cartel negro con letras amarillas pegado en un muro cerca de casa que anunciaba el recital que daría DeKiruza y Compañero de Viaje en el gimnasio good year. Y como todo historia como ésta debe terminar en un final feliz, para ese recital… no tuve el permiso de mis padres para poder ir. Así de simple “a ese lugar tú no vas” y nunca pude ver a DeKiruza en vivo.
Una de las primeras revistas dedicadas al rock chileno fue la revista El Carrete, y hace un par de años me he llevado tremenda sorpresa cuando he descubierto que esa revista tenía un sitio web. En contadas ocasiones se ofrecen segundas oportunidades que esquivan la frustración y con El Carrete se me presentaba la posibilidad de entrar en contacto con Mario Rojas, uno de los fundadores de DeKiruza. Así fue como, tras mails de ida y vuelta, Mario me comentó que el recital que ofrecerían cerca de casa se vio fracasado por escasa audiencia y por borrachera de los integrantes de la segunda banda. De todos modos, él pudo enviarme a la ciudad de mi actual residencia una de las pocas copias que conservaba del kct que más arriba nombro. Por fin, después de casi veinte años, pude conseguir una copia original de ese kct que definitivamente marcó mi infancia y mis gustos musicales. En DeKiruza, en ese kct, hay mucho. Ahí se siente la efervescencia contenida de un grupo de músicos que hacen de todo: salsa, hip hop, rock, cumbia, aunque se diga que su estilo es afrolatino. Se siente la inocencia de quienes, sin ser aún maleados por etiquetas, son libres de tocar simplemente lo que les gustaba o inquietaba y de decir lo que pasaba en los peores términos permitidos, en el lenguaje callejero.
Cuando comencé a discriminar las bandas de mi gusto por contenido lírico, DeKiruza estaba tras esas decisiones, porque ésa fue la primera banda “rock” política que escuché sin verborrea emocional que sólo interesan a quien compone. Porque tanto tributo a Los Prisioneros no tiene sentido cuando (aunque haya sido años después) existía DeKiruza para musicalizar y decir las cosas de un modo más fiel a como estaban sucediendo.