septiembre 28, 2006
Durante septiembre no he escrito nada para este espacio y, bueno, septiembre nunca es un buen mes en este país: se trate de todas esas fiestas que a muchos no nos agradan, o se trate de la conmemoración de acontecimientos nada gratos tampoco… para nadie. Pero este septiembre ha sido, digámoslo, distinto. Desde ya, aclaro que no hablaré sobre las fiestas o del despilfarro ostentado para el 19, sino de aquello que envuelve otra fecha, la del 11. Si tengo la suerte de estar siendo leído por alguna persona que no vive en este país o desconoce su historia reciente, te aclaro que aquello de lo que deseo hablar no se trata del 11S gringo, el de las torres, sino del 11 de septiembre recordado en chile por el golpe de Estado al mando de Pinochet en 1973.

Vamos viendo cómo se han dado las cosas durante este septiembre, hasta donde mi memoria me lo permita.

El mismo 11 de septiembre, durante la romería al Cementerio General que cada año organiza la comisión de DD HH, es lanzada, desde un bloque anarquista de la marcha, una bomba molotov que revienta contra una ventana lateral del edificio de la Moneda. La imagen es reprobada por (casi) todo el mundo “político”, desde la izquierda que recordó con lágrimas en los ojos lo sucedido hace 33 años, hasta la derecha que poco me interesa lo que diga. Al margen, me surge una acotación: desde que comencé a enterarme de la presencia de anarquistas durante las marchas del 11 de septiembre, siempre me pregunté qué hacían ahí. Mi respuesta siempre fue que ahí encontraban las condiciones perfectas para realizar actos de violencia que, reconozcámoslo, a muchos nos gustan. Con los años, la presencia de anarquistas para esta fecha se hizo habitual y, la verdad, no sé si a estas alturas eso se cuestiona entre los grupos ácratas asistentes. Como en muchas cosas, puede que ya se haya transformado en rutina y el ir a las marchas del 11 se trate más bien de un hábito poco reflexionado. Como anarquista, por lo menos a mi, nunca se me hubiese ocurrido ir a meterme a conmemorar esa fecha, mucho menos de un modo violento que deja la sensación de reivindicación. Pero bueno, sigamos viendo. Acto seguido comienzan las especulaciones y los distractores de la prensa, la palabra “anarquista” comienza a sonar reiteradamente y comienzan a verse las verdaderas caras. El 13 de septiembre, la prensa, con la oligofrenia que la caracteriza, registra que los miembros de las Juventudes Comunistas declaran la guerra a “sus nuevos enemigos”: los anarquistas.

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Sergio Mardones, periodista de LUN y responsable de aquella columna, debe creer que las divergencias entre anarquistas y comunistas remontarán, con suerte, hace un par de años. Él les pregunta: “¿Pero están dispuestos a ir al choque con los anarquistas?” (hasta puedo oír el tono de voz con que hace la pregunta). Responde un miembro de la Jota: “Absolutamente dispuestos. Aunque haya que llegar a los puños, a los palos y a lo que venga”. Uno o dos días más tarde, una integrante del Partido Socialista, en el mismo medio, declara que los anarquistas son manipulados por fascistas. Nada que decir. Hoy mismo, Antonio Gil intenta aclarar a los lectores de LUN qué es este “nuevo” espécimen político. Con algunos libros de más a cuesta que el periodista aludido, remonta a 1912 la presencia de los primeros anarquistas en chile. Alude al atentado con bombas contra el convento de las Carmelitas Descalzas y al primer asalto a un banco en chile, perpetrado por Buenaventura Durruti. “El mítico Buenaventura Durruti –dice- se las traía: años antes, en España, se había cargado a tiros al cardenal Soldevila, arzobispo de Zaragoza, y había atentado con bombas contra Alfonso XIII el día de su boda”. La verdad es que no sé si el primer dato es correcto, pero del segundo, estoy completamente seguro de su falsedad. Junto a lo anterior, termina sentenciando: “el anarquismo (…) se opone a cualquier clase de jerarquía y considera que el único objetivo de la humanidad es la libertad total del individuo para poder actuar y creer en lo que le venga en ganas sin que se lo impida ningún poder, sea éste terrenal o divino”. Que la prensa tiene como misión informar y entretener, concedámoslo, pero que lo haga bien, es historia aparte.

Por ahí me he enterado que el gobierno ha puesto precio a alguna fotografía que muestre quién ha lanzado la bomba contra la Moneda. Se dice que puede ser una mujer de tales y cuales características, de lo que se tiene seguridad, es que se trata de un/a anarquista. Imagino lo que algún asesor comunicacional del gobierno debe haber recomendado: “hay que mostrar, primero, uno o más presuntos culpables, segundo, materiales de construcción de bombas y, tercero, hay que hacerlo en un momento clave que distraiga el paro de los funcionarios de la salud y el de los profesores”. La prensa infunde la histeria, la caza de brujas comienza y la trampa se cierra de golpe. Gracias a la información recabada por policía de inteligencia (¡que irónico nombre!), la madrugada de este 26 de septiembre es allanada una casa ocupada por anarquistas en el centro de Santiago y es sindicada por la prensa como “fábrica de bombas molotov”. ¿Qué encontraron ahí? Botellas vacías, aserrín y trapos viejos, o sea, lo que nadie en su casa tiene, sea ministro, dueño de una empresa o un ciudadano medio. El grupo de habitantes, además de poseer “literatura subversiva”, podría tener lazos con organizaciones extranjeras ¡horror! ¿Pero qué sucedía al mismo tiempo? Durante la misma noche es detectada y desactivada una bomba casera ubicada en la entrada de la sede del Partido Socialista, se encontraba programada una marcha entre profesores y estudiantes que reclaman la derogación de la LOCE, además del aumento que venía viéndose hace días en las manifestaciones de los funcionarios de la salud. Todo el montaje resulta impecable. Efectivamente la marcha de los profesores adquiere escasa resonancia pública y las escaramuzas entre estudiantes y policías disminuyen, por lo menos, en minutos de emisión en noticieros. El ministro del interior, ante tal éxito en las operaciones por él comandadas, es tildado de “sherif” o ya se habla del “estilo Velasco”, mientras que el ministro secretario general de gobierno habla que no hay razón para la unión entre estudiantes y profesores en las reivindicaciones demandadas. Hay seis anarquistas presos (dos mujeres y cuatro hombres) en cárceles de alta seguridad, seguramente ya torturados. Carabineros muestra con guantes quirúrgicos las pertenencias de los "okupas" a la prensa y, por fin, todo vuelve a la normalidad.

La palabra “anarquismo” nuevamente comienza a sonar en boca de cualquier hijo de vecino, pero siempre con el tinte que la prensa ha deseado darle. Todo aquel que posee como fuente de conocimiento una esporádica ojeada a los periódicos, cree que hay ciencia en sus palabras y no logra caer en cuenta que es un ignorante manipulado. El sistema de salud que lo atiende y la educación de sus hijos seguirá siendo una mierda, eso no importa, pero él sabe bien que el anarquista es un tira-bombas que vive achoclonado con otros en casas abandonadas, viste ropas sucias y quiere robar sus cosas porque no cree en la propiedad privada.

Por fin comunistas, socialistas, curas, gobierno, y la ciudadanía en general puede volver a dormir tranquila… total, mañana es otro día de trabajo.
 
posted by daniel at jueves, septiembre 28, 2006 | 6 comments