febrero 19, 2006
Hay asuntos que me encandilan. Y si digo que me encandilan es porque luego de verlos o conocerlos no puedo sino más que seguir viéndolos por un largo tiempo. Cuando hace un tiempo imprimí esa estampilla que decía “Carlitos: me cagaste la vida” intentaba expresar algo de esto. Uno puede leer en los textos de Marx sobre la plusvalía, la alienación, el fetichismo de la mercancía, la distinción calidad-cantidad y, lo aseguro, jamás volverá a ver el mundo con los mismos ojos. Lamentablemente Marx se ensañó con el trabajo y, cuando uno lo necesita, es imposible olvidar los textos de Carlitos al momento de sentarse a decidir qué hacer con la propia vida. Supongo que en uno de esos momentos fue cuando debo haber dicho aquello que escribí en la estampilla. Así mismo, presumo que el estudiante anónimo que pintó en las paredes de Nanterre el famoso “no puede volver a dormir tranquilo aquel que alguna vez abrió los ojos” durante las revueltas de mayo de 1968 intentaba decir algo parecido a esto, semejante al título del disco de Fracaso “de por qué el punk y el anarquismo me cagaron la vida” (o algo así).

Algo de aquello que quiero decir es que cuando decidí titularme con una tesis sobre “La Sociedad del Espectáculo” de Guy Debord, nunca pensé que me pasaría esto mismo, pero tan infatigablemente. Debo tener enfermos a mis amigos con la frase “ya lo decía Debord…” cuando hablamos de lo que sea, y, respecto a esto, mi duda va en si soy yo un ignorante que puede ser maleable con la menor sutileza o si, efectivamente, Debord pilló el auténtico trasfondo de las actuales relaciones sociales con todo lo que escribió en ese texto.

El asunto es que por todas partes doy con justificaciones de la sociedad del espectáculo. Puede que el proceso de titulación me tenga realmente enfermo y esto se trate de una patología de tratamiento psiquiátrico más que de simples reflexiones. De lo que sí estoy seguro es que, a diferencia de la opinión generalizada que dice que este texto es un “clásico desconocido”, hay varios que se lo han leído y se están haciendo los pillos forrándose en dinero gracias a él. La sociedad del espectáculo es, a mi juicio, el leitmotiv de muchos señores que trabajan en los medios de comunicación y, particularmente, en la industria cinematográfica. El cine es un tema del que soy un reconocido ignorante, y es por esta misma condición que creo que no es una mera coincidencia el que en las escasísimas películas que he visto, el tema que circunda la sociedad del espectáculo esté siempre presente. Dos ejemplos: hace un tiempo me sucedió con “Truman show” y hoy me pasó lo mismo con “Crimen Ferpecto”.

Si hay algo que me ha hecho difícil la redacción de la tesis que preparo es la cantidad de aristas desde las cuales es abarcable La Sociedad del Espectáculo. Son algunas de éstas, he notado, en las que el grueso de los adictos a este libro se mueven, pero hay otras tantas algo más sutiles que sólo son descifrables en la medida que el lector es conocedor de datos como los libros que el autor leyó en su juventud, los grupos en los que militó o el recorrido de ciertos conceptos claves y frecuentemente recurridos a lo largo de las 221 tesis que conforman el texto. Aquello que a muchos gusta de La Sociedad del Espectáculo es la idea de la existencia de un mundo falsificado de relaciones sociales mediatizado por la imagen. Y es esta idea con la que me quedaré no para intentar crear puentes entre las obras de Guy Debord y Alex de la Iglesia, sino para dejarme en claro que “Crimen Ferpecto” es una comedia (si es que éste es un género destinado a provocar risas y diversión) que tiene poco de eso… de comedia: Un trabajador cualquiera ha trastornado su vida y sus relaciones con los demás por obra y gracia de su trabajo en una multitienda que es el templo donde los hombres y mujeres concurren a rendir culto a la gran deidad (la seducción de las mercancías). El tiempo de este tipejo se reduce a los ciclos del trabajo: nace, (sobre)vive, se reproduce y (prácticamente) muere en la multitienda, su día se va en los ciclos “trayecto al trabajo”/”horario de trabajo”/”tiempo de colación”/”vuelta al trabajo”. Su espacio es la reducción que le ofrece los límites que circundan su puesto de trabajo, esto es, el departamento de señoras y, por extensión, el resto de la multitienda. Su proyecto de vida es la ascensión al cargo de jefe de piso, función apenas menos miserable, irrelevante y prescindible que la que ya posee. Su vida y sus preocupaciones se le van en esto, en esta ínfima parcela resultante de la actual división del trabajo. Pero en esta mierda él es el rey, ahí disfruta de la admiración y sumisión de un par de monigotes con vidas tan miserables como la suya y de la disposición de cortesanas que ven en él la encarnación del éxito. Éste debe ser uno de esos que los españoles llaman “pasotas”, que poco y nada saben de lo que sucede fuera de casa y del trabajo, de esos que, como nuestro encargado del departamento de señoras, bien saben lo que quieren, su marca, modelo, año de fabricación, dónde lo venden y hasta cuántas cuotas pueden pedir por él.

Nada del otro mundo. Esto no es ficción y, para mí, se trata de drama en estado puro. La vida vivida así no tiene nada de cómico y aunque puede que esté traicionando el contenido de las definiciones de los géneros teatrales con todas estas afirmaciones, lo que me interesa aún más es el intentar expresar que yo ya me he topado con varios de éstos que, sean funcionarios de medio pelo o profesionales con varios post títulos, no son en ningún caso merecedores de la atención de un realizador, y sí debieran serlo de organizaciones de salud mental (y, por favor, de aquellas non-profit). Pero bueno, la sabiduría popular dice “no quede otra que reírse” y tal vez eso haya que hacer respecto a la mierda de vida que estamos llevando… agradezcamos que para lograrlo tenemos a varios Alex de la Iglesia acaudalándose gracias a nuestra necesidad de consuelo.
 
posted by daniel at domingo, febrero 19, 2006 |


1 Comments:


At febrero 21, 2006, Anonymous Anónimo

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