febrero 10, 2006
El principal reproche de los estudiantes de enseñanza media a sus profesores, a la hora de la confianza, es que las clases que les dan son aburridas. Pareciese como si la condición necesaria para lograr aprender algo se hallase en las capacidades histriónicas de quien intenta enseñar o en su facilidad de hacer chiste de todo, incluso de lo más serio o de lo que simplemente no se debe hacer mofa. El argumento de los estudiantes está generalizado e, incluso, encuentra apoyo entre sus padres. Pareciese también que a ellos se les tiene que ofrecer un payaso o un humorista, con ciertas sutilezas, a decir cómo son las cosas para que se las crean. Ahí radica el éxito y la gracia de, por ejemplo, personajes como Coco Legrand. Y de esto ya me estoy convenciendo. No basta con que, desde la literatura, en el año 1932 ya se haya ofrecido en un libro los tenebrosos esbozos de la sociedad tal cual se vive hoy: la manipulación genética, la concentración del poder y la incapacidad de tomar el control de la vida en virtud, paradójicamente, de la consecución de un mundo feliz. No basta con que Orwell escribiera otra novela en 1948 insistiendo en la misma cuestión: el control que ejerce el poder sobre el más fútil de los gestos de sus ciudadanos restringiendo su capacidad de razonamiento, incluso, con la manipulación del vocabulario y el lenguaje. Allí se encontraba el gran acierto de la inventiva televisiva que comenzó a dar sus primeros pasos con la familia Loud a inicios de los 70 y que, hasta hoy, nos pena con el Gran Hermano… el que te vigila.

Pero para muchos las novelas no dicen nada, son sólo ficción y en ello no hay nada de la vida real o cotidiana. Para ellos, lo que vale son los hechos concretos (diría Lavín). Y aunque durante un tiempo le dieron como bombo en fiesta, el sistema Echelon ha sido ignorado y olvidado. Google maps, o google heart son un moco.

Hay muchos que insisten en no querer entender. Se les ha dicho de todos modos: con novelas o con hechos registrados por la misma prensa del poder, pero ellos insisten en creer que las cámaras de televigilancia callejeras siguen de cerca a los lanzas y ambulantes, pero a ellos no.

¿Y qué va a pasar?: le va a ir tan bien a Anthony Blake con su
“Lo saben todo de ti”, va a hacer tanto dinero con su show, que se le ocurrirá ampliar el mercado y para eso no encontrará nada mejor que venir a meterse nuevamente aquí. A fin de cuentas, es gente como la nuestra la que disfruta con su clarividencia, sus atajadas de balas con los dientes o con las lecturas de pensamientos que le practicaba al público de “Viva el Lunes”. Este idiota que desapareció de nuestro mapa hace unos años (y de seguro porque se le debe haber chingado algún mal truco al aire) ahora está dedicado al espectáculo que ha montado en España y donde intenta convencernos de la descabellada idea de la existencia de una red de espionaje por parte de los grandes grupos políticos y financieros que acecha el más mínimo movimiento de las personas para evitar el descontrol. Pero este Blake no sólo es clarividente y mago, él carga con una misión aún mucho más importante propia de un proto-mesías. Él desea abrirnos los ojos y exponernos la verdad al desnudo: "Que la gente tome conciencia de que existe más control sobre nosotros del que pensamos y que todo lo que nos ocurre es fruto de un sistema de control global con capacidad de actuar sobre nosotros en cualquier momento" (mientras suena música incidental y él emerge desde la oscuridad vestido estrictamente de negro).

Si Blake llegase a venir con su espectáculo, de seguro las viejas del negocio de mi barrio padecerían de ataques de paranoia o caminarían mirando al cielo. Si Blake llegase a venir con su espectáculo, de seguro los cabros en el colegio, algún día, me dirán: “profe, ¿por qué no nos hace leer Un Mundo Felíz o 1984 o nos habla del control?”
 
posted by daniel at viernes, febrero 10, 2006 |


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