Un tiempo atrás me invitaron a participar en un proyecto que comenzaba a gestionarse. El tema tenia relación con una publicación en formato pdf y en el que participarían varios personajes que, desde hace tiempecito, han estados involucrados en otros proyectos D.I.Y., sean distribuidoras de material libertario, radios comunitarias, fanzines (en papel), grupos musicales, etc. Personalmente me anotaría con una columna acerca de la relación que puede existir (o existe) entre el punk y el situacionismo. Tras el debido retraso en la entrega del texto con el que me había comprometido, quien estaba haciéndolas de link entre esta publicación y yo, me ha comentado que, prácticamente, he sido yo el único que ha entregado su parte del trabajo. El primer número ya debiera estar circulando por la red a través de una lista de contactos. Lamentablemente, de la publicación, sólo se sabe el nombre.
Este preámbulo no tiene por objeto recordarnos los eternos inconvenientes que tiene una publicación antes de llegar a los ojos de sus lectores, sino justificar en una pequeña medida la razón por la cual he decidido publicar aquí aquel texto del que hablaba más arriba. Como es probable que la publicación nunca conozca la luz (hasta ahora no recibo noticias que me digan lo contrario) y, por otra parte, como hace bastante que no publico nada escrito por mí en este espacio, ofrezco estas pocas líneas que más de una sorpresa me valieron. Sin duda, aquellas cosas de las que me enteré mientras las escribí, me abren algunas nuevas rutas, no diré de investigación pero sí, de interés en cuanto a un par de personajes que, claramente, marcan el puente entre el situacionismo y el surgimiento del punk, si es que se adhiere a la idea que esto último tiene directa relación con la formación de los Sex Pistols.
----------PUNK Y SITUACIONISMO----------
Si un especialista pudiera aseverar que el punk es un ritmo musical específico que sigue ciertos principios y reglas identificables, entonces, cualquiera podría refutarle también, y sin temor a equivocarse, que el punk no es sólo eso. Para algunos, se trata de ciertos descuidados atuendos, de tatuajes y cabelleras pintadas, de borracheras y peleas callejeras, en definitiva, en algo que está fuera de ellos, que puede aparentarse y que hace posible que una persona distinta a él pueda recordarle “tú eres punk”. Para otros las apariencias no tienen mucho que ver, el punk es para ellos un compromiso, una ética y, más categóricamente, una postura política y social que ejercen a diario. Intentar organizar una historia de esto que con el tiempo ha sido llamado “punk” debe ser una labor muy compleja, es más, aventurarse a dar una definición acerca de lo que es el punk es una tarea que dudosamente conseguiría resultados irreprochables. Lo que es irrefutable es que el punk está ahí, que es algo más o menos identificable y que, por lo demás, da para mucho: podemos encontrar una categoría “punk” en las disquerías, en las tiendas de ropa de moda y en las bisuterías, que hay más de una persona que dice ser punk, que hay colectivos y prensa punk-anarquista, he oído hablar de punk-californiano, de street-punk, de drunk-punk, de skate-punk, de punk cristiano y punk krishna, incluso, por ahí, hay algunos tarados que se dicen nazi-punk.
Cuando un chico recibe por primera vez de manos de un amigo un par de discos o cintas grabadas con bandas punk, puede (o no) terminar en alguna de estas u otras innumerables arista que se presentan. Aquel chico nunca imaginará en los caminos que podrá terminar encausada su vida. Por el mero hecho de haber comenzado escuchando punk, una persona puede verse de un momento a otro, sin haberse percatado, vistiendo ropas que antes nunca hubiese considerado usar, cumpliendo con ciertas nuevas costumbres, luciendo un extraño peinado, comiendo sólo algún tipo de alimentos y leyendo a autores que ni en el colegio le dijeron que existían. Visitar viejas librerías o por primera vez pisar una biblioteca para conseguir alguna rezagada copia de algún libro escrito por Proudhon, Bakunin, Kropotkin o, lisa y llanamente, encontrar algún texto sobre anarquismo, puede ser una misión que algún punk emprenda motivado o causado, inicialmente, sólo por un gusto musical. Parece ser claro el link que une al punk con estos autores y, particularmente, con cierta idea política a la que aquellos adscriben. Pareciera ser, también, que esta asociación entre punk y anarquismo es más popular de lo que pudiese suponerse. Reparando en la “calidad de la comprensión” del vulgo sobre esta asociación, hasta caricaturesca puede ser la común imagen de un punk luciendo en algún lugar de su atuendo una “A” encerrada en un círculo. Punk y anarquismo parecieran ir de la mano. Sin embargo, el punk poseería (o le han rebuscado) alguna afinidad con otras disciplinas menos divulgadas, pero que se inscriben en esta misma línea, la línea de la rebeldía, el inconformismo y de la búsqueda de la libertad.
Aunque sea una perogrullada, para saber “qué es lo que piensa el punk” hay que enfocar la atención en su lírica, en los dossiers de sus discos y en lo escrito en su prensa, particularmente, la independiente. Habrán ahí ciertas palabras que infatigablemente se reiterarán: “Estado”, “autoridad”, “poder”, “religión”, “cárcel”, “capital”, “antifascismo”, “anticapitalismo”, etc. palabras que, nuevamente, lo relacionarán con el anarquismo. Sin embargo, hay un concepto que ha venido ganando terreno dentro y en relación con el punk y que, en mi opinión, es algo más intrincado que los anteriores. Se trata del concepto de “espectáculo”, pero sin entenderlo como una “función o diversión pública celebrada en un teatro, en un circo o en cualquier otro edificio o lugar en que se congrega la gente para presenciarla”, sino más bien como lo entendió un personaje francés nacido en 1931 y fallecido en 1994, cuyo nombre era Guy Ernest Debord.
GUY DEBORD
Tratar de decir qué o quién fue Debord es difícil. Algunas personas dicen que era un escritor, otros le atribuyen el peso de filósofo, algunos dicen que era un frío conspirador, y otros tantos sostienen que se trataba de un cineasta (el mismo Debord decía que su oficio era ése) aunque, lo cierto, es que fue todo eso… y un par cosas más. No es que se trate de algo así como un genio, sino que ese “par de cosas más” podrían ser: borracho y vagabundo. “Su gloria fue no haberse preocupado jamás por el éxito ni por el dinero, pese a las innumerables oportunidades que halló en este sentido, no haber desempeñado nunca papel alguno en el Estado ni obteniendo de sus títulos más que el bachillerato, no haber frecuentado a las celebridades de la sociedad del espectáculo ni haber utilizado sus canales; y haber logrado, a pesar de todo, ocupar un puesto importante en la historia contemporánea”[i]. Escribió más de un libro, pero aquellos por los que es más reconocido son “La Sociedad del Espectáculo” (1967) y “Comentarios a la Sociedad del Espectáculo” (1988). Si hay quienes dicen que Debord fue un filósofo es porque en sus obras, particularmente sus libros, hay un claro rigor filosófico en el tratamiento de los temas, además de inscribirse en (y, si se quiere, ser un continuador de) la obra filosófica de Karl Marx. Si algunos dicen que era un conspirador es porque fundó y luego deshizo dos agrupaciones que, a muy grosso modo, tenían como propósito “invertir el mundo invertido” a través del arte, de la teoría y -preferentemente- de la acción política. Ambas agrupaciones se constituirían como la prolongación y superación de las vanguardias artísticas europeas del siglo XX: el dadá y el surrealismo. El primer grupo que formó fue la Internacional Letrista, fundada en noviembre de 1952 en un sucucho de Aubervilliers y con quienes editó alrededor de 30 números de un boletín de distribución gratuita llamado Potlatch. La Internacional Letrista fue disuelta en 1957 por Debord con el objeto de sumarse a otras agrupaciones, fundando, junto a otras siete personas, la Internacional Situacionista en Cosio d’Arroscia en la costa de Liguria. Con esos dos grupos realizó varias recordadas acciones, entre otras, lograron introducir un integrante disfrazado de monje a la catedral de Notre Dame para proclamar la muerte de dios, interrumpieron una conferencia de prensa de Charles Chaplin en 1952, desearon derribar la torre Eiffel, lanzaron tomates a un profesor de cibernética mientras realizaba una charla y fueron pieza importante de lo acontecido en Francia durante mayo de 1968. Para muchos, Guy Debord fue la cabeza de aquel suceso histórico. Sin embargo tal afirmación parece exagerada toda vez que son claramente reconocibles otros grupos participantes y contra quienes los situacionistas debieron convivir (o competir). Estaba el Movimiento 22 de Marzo liderado por Daniel Cohn-Bendit, grupos marxistas-leninistas, trotskistas y maoístas, por esta razón es discutible afirmar que los situacionistas influenciaron en el plano organizativo de los comités, pero de lo que no cabe duda es cómo se dejó sentir su influencia en proclamas, panfletos y actividades desarrolladas dentro y fuera de las universidades. Un claro ejemplo de ello son los recordados graffitis del mayo 68, en ellos se dejó testimonio de lo insólito de muchas de las reivindicaciones, pero también la duda de la procedencia de un cuño poético, una imaginación, una efervescencia y una creatividad que no se acostumbraba ver en el discurso tradicional de la izquierda francesa de la época. El discurso imperante en estos acontecimientos provenía claramente desde la retórica situacionista. Vale recalcar que hablar de Debord y situacionismo es prácticamente una sinonimia debido a que, dada la posición que éste ocupaba dentro del grupo, difícilmente unas ideas no compartidas por él podrían presentarse como “ideas situacionistas”.
EL ESPECTÁCULO
El libro La Sociedad del Espectáculo ha sido reconocido como el texto situacionista por excelencia, ya sea por la rigurosidad y fineza con que describe la sociedad que Debord deseaba derribar, o por el gran acierto con que su autor retomó ciertos conceptos marxianos que se encontraban olvidados. La Sociedad del Espectáculo ha sido reconocida como El Capital de la nueva generación y como pieza de un linaje especial de libros: el de los clásicos secretos.
Pero ¿qué es esto a lo que Debord denominó como “espectáculo”? En este libro, compuesto por 221 epigramas, se encuentran una serie de descripciones de lo que es y no es el espectáculo. El concepto posee estrecha relación con dos conceptos que Marx había desarrollando: la alienación y el fetichismo de la mercancía. Además se suma la importancia de las imágenes que, ya por la década del 60, estaban siendo masivamente difundidas por los medios de comunicación de masas. A pesar de ello, no es correcto relacionar el espectáculo sólo con estos últimos, los cuales serían solamente “su manifestación superficial más abrumadora"[ii]. Nuestra sociedad, por lo tanto, estaría conformada del mismo modo en que se realiza un espectáculo: el individuo debe ser sólo un espectador pasivo que contempla cómo se desarrolla la vida social fuera de sí, donde existe escasa posibilidad de actuación e intervención. El espectador, mientras más mira las imágenes del espectáculo, menos vive su propia vida; tenderá a imitar las imágenes que contempla, reproduciendo así, ahora en sus actos, el espectáculo que lo domina. Esta última burda explicación, de ningún modo, vale como definición de “espectáculo”. Si lo que se desea es una definición clara, sintética y más o menos sencilla, lo mejor es revisar los Comentarios a la Sociedad del Espectáculo donde Debord afirma: “en 1967 demostré en un libro, La sociedad del espectáculo, lo que el espectáculo moderno era ya esencialmente: el dominio autocrático de la economía mercantil que había alcanzado un estatus de soberanía irresponsable y el conjunto de las nuevas técnicas de gobierno que acompañan este dominio”[iii].
EL PUNK
Vagamente explicado así, podríamos intuitivamente crear ciertas conexiones entre el punk y Debord, los situacionistas y el concepto de espectáculo. Pero ¿existe alguna profunda o específica relación entre el punk y los situacionistas? Greil Marcus, un escritor estadounidense nacido en 1945, crítico de rock y columnista de la revista Rolling Stones, escribió en 1989 un libro titulado Rastros de Carmín, una historia secreta del siglo XX[iv]. En este libro, sostiene que la aparición del punk es un acontecimiento que históricamente puede ser situado en Londres a finales de 1976, junto con la aparición del disco Anarchy in the U.K. de los Sex Pistols[v]. A juicio de Marcus, la crítica a la sociedad moderna contenida dentro del punk habría sido emprendida con anterioridad por un pequeño grupo de intelectuales radicados en París, organizados por primera vez en 1952 con el nombre de Internacional Letrista y refundado con la denominación de Internacional Situacionista en 1957. Estas conexiones no serían arbitrarias: “en los primeros días del Londres punk apenas se podía encontrar un artículo sobre el tema en el que no figurase la palabra ‘dadá’: el punk ‘era como el dadá’, afirmaba todo el mundo, aunque nadie decía por qué, para no hablar de lo que se suponía que eso significaba. Referencias a la supuesta relación de Malcolm McLaren con la espectral Internacional Situacionista era moneda corriente en la prensa pop británica”[vi]. McLaren, que antes de ser mánager de los Sex Pistols distribuyó en Inglaterra algunas copias del libro La Sociedad del Espectáculo -además de haber sido propietario de un sex shop- tenía como socio y compañero a Jamie Reid quien fuera cofundador de una revista anarquista llamada Suburban Press. Reid, además, era artista gráfico y desempeñó esa labor para los Sex Pistols entre los años 1976 y 1979, diseñando, entre otras portadas y carteles, el collage fotográfico para God Save the Queen que mostraba a Isabel II con los labios atravesados por un alfiler de gancho. Los diseños de Reid eran una mezcla entre collages y alteraciones de obras o elementos ya existentes a los que les otorgaba un nuevo sentido, una técnica que los letristas y situacionistas habían hecho propia y que denominaron “détournement” (desvíos). Pues bien, Reid en 1974 colaboró con Christopher Gray en la publicación de la primera edición de textos situacionistas en inglés: Leaving the 20th century: the incomplete work of the Situacionist International. Gray, tras ser expulsado de la Internacional Situacionista, fue uno de los fundadores en Londres de King Mob, un grupo que toma “el nombre de las multitudes asesinas que se desmadraron por todo Londres durante las revueltas anticatólicas de Gordon en 1780, abriendo las cárceles y poniendo a los criminales en las calles”[vii]. La destrucción de algunos locales de la cadena de restaurantes Wimpy, así como uno de sus integrantes disfrazado de Santa Claus regalando los juguetes de la tienda Selfridges a los niños que la visitaban (que pronto se alborotaron tras ver a la policía deteniendo al ayudante de Santa Claus y exigiéndoles que retornaran los juguetes que les habían sido obsequiados), son algunas recordadas acciones del grupo King Mob.
1972 fue el año en que, sin que ellos se enterasen, congregó a todos estos personajes en torno a sucesos que, hoy podemos decir, poseen alguna relación. Guy Debord disolvió la Internacional Situacionista, McLaren abrió su tienda, Reid inició el proyecto Suburban Press y comenzó a diseñar Leaving the 20th century, obra compuesta por Gray. Años después McLaren y Reid crearon la banda que en la primera frase de su primera canción decía “soy un anticristo”. Más arriba decía que la palabra “espectáculo” se está haciendo reiterada en las líricas del punk. Por su parte, Marcus recuerda la frase que Debord tomó de Rimbaud y la escribió sobre una pared en 1952: “jamás trabajaré”. La frase reapareció durante las revueltas de mayo de 1968 y fue reescrita por los Sex Pistols en la canción Seventeen: “no trabajamos / sólo me alimento / es todo lo que necesito”. Johnny Rotten se habría enterado de toda esta intrincada secuencia, sólo por rebote.
ALGUNAS INTERROGANTES
Lo que en definitiva sostiene Marcus a lo largo de Rastros de Carmín es que existiría un hilo conductor que va desde el dadá y que alcanza hasta el punk e, incluso, llegando más allá al situar la génesis de esta “tradición” en algunos herejes medievales. Efectivamente, esa es la impresión que queda tras leer Rastros de Carmín, sin embargo podrían surgir en el lector algunas justas interrogaciones que, excusándome, plantearé un par de las propias. Si uno de los propósitos de Marcus es hallar el origen de esta rara cosa que hasta ahora hemos llamado “punk” ¿por qué no enraizar el desprecio a las riquezas y la provocación del punk en las sátiras de los integrantes de la Escuela Cínica en la Grecia del siglo IV a.c.? ¿Por qué llegar sólo hasta los caballeros de la Mesa Redonda y no a quienes, mucho antes que ellos, muestran una mayor concordancia con el punk en cuanto a la vida simple, a la autonomía y la irreverencia ante los vicios de la sociedad? Y en cuando a los Sex Pistols ¿por qué será que cuando una persona de respeto académico se interesa en estudiar el punk toma como referencia del mismo a una banda como los Sex Pistols? ¿Acaso no eran éstos un invento, una mercancía con la que se buscaba ganar dinero? ¿No habrá habido por esos mismos años alguna otra banda que representara de una manera más fiel todo los que los letristas y situacionistas habían venido haciendo? ¿Será apropiado ser tan categórico como para decir que los Sex Pistols son la continuación de las vanguardias artísticas cuando éstas, entre otras cosas, lo que buscaban era revolucionar la vida? El punk que representan los Sex Pistols, es un punk que en ocasiones fue entrevistado y tuvo apariciones en la televisión, así como pudo realizar también más de un gran tour por Europa y E.E.U.U. ¿No es eso comparable a aquel arte alejado de la vida, ajeno a la clase trabajadora, y que residía en fastuosos museos? ¿Acaso no es ese arte conservador al que se oponían las vanguardias artísticas? Por el anhelo de utilidades económicas de su productor, por las millonarias ganancias que hasta el día de hoy siguen generando (no por nada, una de las últimas giras de los Pistols en 1996 se llamó “la gira del lucro sucio”), los Sex Pistols son más bien un ejemplo del arte conservador que genera obras que algún día se transformarán en “clásicas” y serán ofrecidas a la pura contemplación de unos pocos. Mientras tanto, pareciera que hay “otro punk”, uno que sí está en las calles, que está luchando, que está buscando la coherencia entre sus medios y fines y que, en definitiva, está haciendo el intento por revolucionar el mundo.
[i] Jappé, Anselm, Guy Debord, Ed. Anagrama, Barcelona, 1998, p. 122.
[ii] Debord, Guy, La Sociedad del Espectáculo, §24.
[iii] Debord, Guy, Comentarios a la Sociedad del Espectáculo, Ed. Anagrama, Barcelona, 1999, p. 14.
[iv] Título de la edición original: Lipstick Traces. A Secret History of the Twentieth Century. Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1989.
[v] Ésta es la primera discrepancia que un lector puede tener con Marcus. Asombra que aluda a agrupaciones musicales que resultan frecuentemente ignoradas, pero, asombra también, que no refiera ni de paso a otras que para muchos pueden ser tanto o más relevantes que la banda de Johnny Rotten.
[vi] Marcus, Greil, Rastros de Carmín, Una historia secreta del siglo XX. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, p. 28.
[vii] Marcus, Greil, Íbid., p. 464.