abril 25, 2006
Corría la segunda mitad de la década de los ochenta y podía sentirse en el ambiente que ya estaba muy próxima la salida de Pinochet. Todos estaban en ésa, algunos volvían a chile tras el exilio y otros más pillos ya planeaban la repartija del poder. En esos años se pensaba y hablaba básicamente de política, aunque más que ella, el tema era Pinochet. Todo giraba en torno al gran dictador y a su ojo que todo abarcaba. Todo eso podía sentirse aunque fueras un chico de diez años. En ese clima crecí, y lo hice básicamente junto a un par de amigos con los que compartí todo aquello que un niño cualquiera hace a esa edad: jugar, leer cuentos, hacer alguna diablura, escuchar música, etc. Ya sea por influencia familiar o por razones propias que ya comenzábamos a fraguar, nuestras actividades tal vez variarían un poco al del resto de los chicos de nuestra edad porque, si jugábamos lo hacíamos imitando un guanaco y un manifestante (uno se subía a la bici con un envase de aceite emulsionado lleno de agua y el otro tenía derecho a apedrearlo o patearlo), si leíamos algo era la Mafalda o el Supercifuentes, si hacíamos alguna travesura era rayar con aerosol los muros del trayecto entre casa y colegio con un “no + pin8” (sentencia poco decidora pero muy utilizada para denotar el desprecio a Pinochet), y si escuchábamos música era para escuchar esencialmente a DeKiruza. Acerca de esta banda podría hablar por horas, y no porque sepa mucho de su historia ni de sus integrantes, sino por como marcó mi infancia.

Según entiendo, DeKiruza se formó en 1987 y el nombre de la banda refiere a una expresión de la coa que quiere decir “cuidado que vienen los pacos”. No deseo exponer romanticismos ni recuerdos que inspiren nostalgias de viejos años, sino pasar revista de algunos recuerdos que fácilmente se me vuelven cuando pongo en el deck el kct de DeKiruza y que, creo, manifiestan en gran medida mis gustos musicales actuales y… ¡qué va! lo que soy yo hoy mismo.

Mi primera copia de esa cinta la obtuve duplicando el kct de la hermana de un compañero de curso. Ese kct, el original, era de precaria presentación, con una carátula de papel verdoso muy delgado y, si no estoy mal, de kct blanco con leyendas impresas en un papel adherido al kct. Nunca pude comprarme el original, y creo que no por falta de dinero, sino por falta de stock en las disquerías. Esa copia la escuché hasta dañar la grabación. En efecto, la primera vez que escuché música con fonos (en un personal stereo que pesaba cerca de medio kilo), escuché esa copia del kct de DeKiruza. ¡Qué sensación! ¿Alguien recuerda lo que sintió la primera vez que se puso unos fonos y escuchó sólo música? Ni un ruido exterior, ni una voz, ni un motor, sólo música, esa sensación es inolvidable.

Nunca vi las caras de los integrantes de DeKiruza sino hasta 1988 en la emisión de la propaganda del NO. Por fracción de segundos incluyeron en ella parte del video de uno de los temas, no sé si de “DeKiruza” o “Algo está pasando”, tampoco sé si efectivamente se trataba de parte del clip de alguna de esas canciones o fueron imágenes realizadas exclusivamente para la campaña. ¿Quién no recuerda esos chicos lanzándose piqueros con zapatillas puestas al Mapocho? ¿Qué diría la prensa hoy de ellos? La segunda ocasión en que pude verles, ahora tocando, fue cuando les invitaron a un programa de televisión animado por Santis o por Vodanovic, tal vez esa mierda de Siempre Lunes. Los anunciaron con días de anticipación y si en casa hubiésemos tenido vhs lo hubiese grabado, pero tuve que contentarme sólo con esperar el día y verles en directo... y grabarlo en la memoria. Extrañamente fueron el plato fuerte del programa y, por ende, dejados para el final de la programación. Al día siguiente había clases, pero mis viejos no podrían mandarme a dormir temprano si por fin iba a poder ver tocar a DeKiruza por más de medio minuto. Describir esa presentación es otra historia y en esta ocasión me la reservaré.

Mi historia con DeKiruza no podía verse finalizada sin verles tocar en vivo, y la oportunidad vino cuando la banda anunció su presentación en la comuna donde yo residía. No sé qué habré sentido cuando vi ese cartel negro con letras amarillas pegado en un muro cerca de casa que anunciaba el recital que daría DeKiruza y Compañero de Viaje en el gimnasio good year. Y como todo historia como ésta debe terminar en un final feliz, para ese recital… no tuve el permiso de mis padres para poder ir. Así de simple “a ese lugar tú no vas” y nunca pude ver a DeKiruza en vivo.

Una de las primeras revistas dedicadas al rock chileno fue la revista El Carrete, y hace un par de años me he llevado tremenda sorpresa cuando he descubierto que esa revista tenía un sitio web. En contadas ocasiones se ofrecen segundas oportunidades que esquivan la frustración y con El Carrete se me presentaba la posibilidad de entrar en contacto con Mario Rojas, uno de los fundadores de DeKiruza. Así fue como, tras mails de ida y vuelta, Mario me comentó que el recital que ofrecerían cerca de casa se vio fracasado por escasa audiencia y por borrachera de los integrantes de la segunda banda. De todos modos, él pudo enviarme a la ciudad de mi actual residencia una de las pocas copias que conservaba del kct que más arriba nombro. Por fin, después de casi veinte años, pude conseguir una copia original de ese kct que definitivamente marcó mi infancia y mis gustos musicales. En DeKiruza, en ese kct, hay mucho. Ahí se siente la efervescencia contenida de un grupo de músicos que hacen de todo: salsa, hip hop, rock, cumbia, aunque se diga que su estilo es afrolatino. Se siente la inocencia de quienes, sin ser aún maleados por etiquetas, son libres de tocar simplemente lo que les gustaba o inquietaba y de decir lo que pasaba en los peores términos permitidos, en el lenguaje callejero.

Cuando comencé a discriminar las bandas de mi gusto por contenido lírico, DeKiruza estaba tras esas decisiones, porque ésa fue la primera banda “rock” política que escuché sin verborrea emocional que sólo interesan a quien compone. Porque tanto tributo a Los Prisioneros no tiene sentido cuando (aunque haya sido años después) existía DeKiruza para musicalizar y decir las cosas de un modo más fiel a como estaban sucediendo.
 
posted by daniel at martes, abril 25, 2006 | 4 comments
abril 02, 2006

Tengo un problema respecto al modo de publicar en este blog y que aún no puedo solucionar: hay una continuidad entre entrada y entrada que, a veces, descoloca a quien pueda leer dos columnas seguidas y puede hacerlo pasar de un tema a otro transversalmente dispar. Ahora mismo, por ejemplo, deseo escribir acerca de un asunto que tiene nula relación con la anterior entrada y eso, creo, puede quitar seriedad (cuando éstos son serios) a los temas que en cada escrito intento tratar.

Sin duda soy un cómplice de todo aquel que gusta hacer de su vida algo más complicada que para aquellos que sólo desean nacer, trabajar, reproducirse, jubilar y morir. Tengo un gustillo a darle una vuelta más a aquello que me parece importante, el problema es que a estas alturas, y en muchas ocasiones, la técnica está siendo aplicada para mirar también los rasgos más banales de la vida. Así es como uno comienza a volverse loco.

Ha sido con este afán que me he desligado de costumbres y de algunas personas. Así fue como dejé de lado el skate, aunque el problema no fuera particularmente el patín, sino todo aquello que había en torno a él: consumismo excesivo, competencia, nomenclatura anglosajona, moda, artículos de precios prohibitivos, etc. Todo eso terminó por asquearme y, tal vez erróneamente, me alejé de un grupo de personas para acercarme a otras con quien sentirme a gusto por cuestiones de afinidad. Sin embargo, nunca me deshice de mi viejo patín. Por fuertes que hayan sido mis crisis económicas, nunca vendí mi skate ni ninguna de sus partes. Ahí estuvo por años bajo la cama, llenándose de polvo y pasándose de moda. Hizo las veces de repisa, de superficie donde pegar autoadhesivos, incluso, de lima de uñas. De lo que tenía certeza era que algún día lo volvería a usar, saldría a la calle con él y el esfuerzo físico me recordaría los años que han pasado por mí. Así ha sido.

Debo reconocer que mis viejos amigos nunca me han dejado de considerar, habitualmente me invitan a patinar (aunque suene feo para el lunfardo chileno), pero siempre termino sorteándolos producto de algún compromiso fijado de antemano. Ayer no fue el caso. Tras innumerables invitaciones, por fin me encontré con algunos de ellos en una olvidada pista de patinaje de Villa Alemana ¿Dónde queda eso? Sólo sus habitantes lo saben. La historia de esa pista es otro cuento, pero no muy original: ha sido verjada porque es un espacio que no sirve para nada, un espacio que está perdiéndose y ahí conviene construir un supermercado. Que los chicos que ahí se divierten ¡que se jodan!… la pista tiene sus días contados.

Pero bueno, desde Viña del Mar tomé el nuevo tren rumbo a Villa Alemana y pude reconocer un bello paisaje que comenzaba a olvidar, siempre al ritmo de “Rapsodia Libertaria” de Los Muertos de Cristo que giraba en mi discman. Llegué a la pista y recordar años pasados fue inevitable. Como de costumbre, un par de viejos amigos me dejaron plantado, pero eso no importa cuando hay una buena caja para, ahora empíricamente, desafiar los años que han pasado por mí, los kilos de más y las cajetillas que me he fumado. Durante las horas que estuve ahí no pensé en nada, que si este sistema de transporte es mejor que el anterior, que las preocupaciones de la tesis, que mis premuras económicas. Nada, nada de lo que me agobia todos los días me interesó. Y justamente es eso lo que odiaba del “mundo del skate”, que las personas que lo practica no piensan en nada más que en patinar. Pero, así mismo, debo reconocer algo, y es que la terapia ha surtido sus efectos. Olvidarse de todo por unas horas parece que no está nada mal, en los días que corren pareciese ser una terapia necesaria. Algunos lo hacen a través de las drogas, otros disfrazándose los fines de semana, otros con yoga, otros apedreando pacos, otros con una pareja alternativa. ¿Si tuviese que elegir? Creo que me quedo con el skate. No diré que volveré a patinar al ritmo que lo hacía antes, porque cada vez que lo digo nunca lo hago. Pero, que me ha gustado… me ha gustado.

(No puedo dejar de recordar aquí la broma de la que he sido victima ayer. Las edades de mis amigos que no llegaron están cerca de la mía y frente a eso alguien agradeció que no hayan llegado, sino la pista se hubiese tornado a tono sepia.)
 
posted by daniel at domingo, abril 02, 2006 | 3 comments